El Vuelo

II
“EL VUELO”

      Después de haber pasado por las revisiones de seguridad rutinarias por fin se llegó la hora de abordar. Subí al avión y me dirigí a mi asiento que estaba justo al lado del asiento de una mujer de unos 40 años, aproximadamente, su rostro reflejaba tristeza, se podía notar en sus ojos indicios de haber llorado. A pesar de todo, su apariencia física lucía muy bien para una mujer de su edad. Su cuerpo delgado mostraba qué era una mujer que se ejercitaba periódicamente y su rostro con una piel finamente cuidada de color morena clara; y sus ojos medianos de color café obscuro, igual que el color de su cabello; un poco rizado, y que le caía un poco más abajo de los hombros. Vestía muy elegante con un atuendo completamente de color negro.  Unas gafas obscuras de cristales grandes y armadura gruesa, de esos qué casi tapan toda la cara, estaban en la parte superior de su frente. En su pecho podía brillar un hermoso crucifijo, supongo qué de oro, de una pulgada de altura aproximadamente, colgando de una cadena de eslabones de grosor regular. Al momento de sentarme la saludé con los buenos días y me contestó con una sonrisa amable, sin emitir palabra alguna y se volteó lentamente hacia el lado contrario, al mismo tiempo que se bajaba los lentes  cómo  queriendo esconder la tristeza que reflejaban sus ojos. Entendí su gesto y traté de respetar su postura.  Después de todo, se notaba en demasía que no estaba pasando por un buen momento que digamos en su vida. Me acomodé en mi asiento  y después de un momento pasó la azafata repartiendo revistas y periódicos entre los pasajeros.  La elegante dama de negro tomó una revista y yo tomé el periódico, más por cortesía qué por ganas de leer. Después de todo, hacía mucho tiempo qué había dejado de ver noticias desde qué entendí qué si quería ver al mundo desde una perspectiva positiva debería de dejar de lado las cosas negativas que resaltan en los noticieros.
     Por el altavoz se escuchó la orden del capitán que indicaba que era hora de abrocharse los cinturones de seguridad y unas que otras advertencias de seguridad en caso de emergencia, por qué en cuestión de minutos el aeroplano despegaría. Todos los pasajeros acatamos la orden emitida y una vez que me encontraba debidamente abrochado comencé a leer la primera plana del periódico: “Obama dijo que por lo que resta del 2013 no se hablará más de la Reforma Migratoria”. —¡Vaya, que gran novedad! —Pensé sarcásticamente— Millones de personas indocumentadas siguen esperando por una amnistía qué legalice a todos aquellos que viven ilegalmente en Estados Unidos y puedan trabajar sin intimidaciones ni abusos por parte de patrones injustos, además de querer reunirse con sus familiares que dejaron en sus países de origen y qué no los han visto en años desde qué decidieron emigrar al país de las oportunidades. Desde la década de los ochentas hasta finales del 2013, los inmigrantes extranjeros luchan por lograr El Sueño Americano. ¡Esa noticia ya ni noticia es! Abrí el ejemplar para buscar alguna que otra cosa de interés en su contenido y leí otra nota: “Reforma fiscal 2014, aprobada por la cámara de senadores mexicana”. ¡Vaya! Otra nota qué ya no causa novedad —pensé moviendo la cabeza de un lado a otro—, mi país cada día se pone peor. Entre el crimen organizado y las reformas del gobierno tienen a mi tierra de cabeza. ¿Pero qué le vamos a hacer? Ese el precio del conformismo y la ignorancia. El conformismo de aceptar las migajas de los manjares de los reyes y la ignorancia de qué todos tenemos derecho a esos deliciosos manjares. Cerré el periódico y lo puse doblado sobre mis piernas, realmente no me llama mucho la atención eso de leer noticias de mal gusto. De reojo pude observar que mi acompañante, también tenía sobre sus piernas la revista que había tomado, pero a diferencia de qué ella ni siquiera había intentado abrirla.
     —¡Disculpe! —me dijo la dama de negro repentinamente— ¿Sabe usted a qué hora aterrizaremos en Toluca? —Tengo entendido que aproximadamente cómo a las 11:30. —Contesté con un gesto de inseguridad—. Según me dijeron que el tiempo de vuelo es de 2 horas y 45 minutos. —¡Perdón! —me dijo— Es un viaje repentino e inesperado, qué no tuve tiempo de revisar la información, sólo tomé el primer vuelo qué encontré y no se me ocurrió percatarme de la hora de llegada. —No  se preocupe, —contesté amablemente— espero que todo esté bien con usted. —Pues si y no a la vez, pero gracias. —Me dijo con un gesto triste y agachó la cara— No se siente tan bien ir a enterrar a un abuelito, —levantó nuevamente la cara y continuó—  pero no se siente tan mal saber qué fue un gran hombre qué vivió intensamente cada día de su vida y qué me dejó la mejor herencia qué un hombre puede dar a sus seres queridos: El amor y la fe. —Lo siento mucho —respondí apenadamente— Lamento la situación, debió ser un gran hombre. —Si lo fue, gracias a sus consejos y ejemplos ahora yo soy la que soy. —Tomó la revista que estaba sobre sus piernas y la puso a un lado, se reacomodó en el asiento, se levantó las gafas y con la mirada perdida continuó platicando— El siempre cuidó de mí. Mi padre murió cuando yo tenía 12 años, mi madre al quedar viuda con 3 hijos, tuvo qué trabajar el doble para poder sacarnos adelante a mis hermanos y a mí,  mientras mi abuelo ayudaba económicamente en lo que podía a mamá. —Agaché la mirada para escucharla y ella continuó—  Yo siendo la mayor de mis hermanos, después de la escuela tenía qué tomar las obligaciones de madre; y mi abuelo siempre me decía qué un día recibiría mi recompensa. Nunca pierdas la fe de qué Dios tiene para ti algo bueno aún mucho más grande qué tu sacrificio, me decía. —Yo la escuchaba atentamente sin interrumpir, porque de un modo u otro entendía que esa mujer de mirada triste tenía ganas de desahogar ese dolor de haber perdido a uno de sus seres más queridos, mientras ella continuaba con la mirada perdida hablando—.  Cuando cumplí mis 15 años mi abuelo me dio uno de los mejores consejos que pude haber escuchado: “Hija, muchos desearan tocar tu cuerpo, pero sólo el qué toque tu alma será merecedor de dicho privilegio”. Guardé esas palabras en mi corazón y fueron la filosofía qué mantuvo mi dignidad firme en todas las propuestas amorosas que recibí en mi adolescencia. Con los grandes esfuerzos de mi madre, continué mis estudios de preparatoria y gracias a esos esfuerzos logré graduarme. Pero ya no pude seguir mis estudios universitarios por obvias razones económicas. Cuando cumplí 18 años, mi abuelo me dijo algo qué nunca voy a olvidar y qué fue llave qué encendió mi crecimiento  personal: 

Hoy qué  te encuentras celebrando el aniversario número 18 de tu nacimiento, ya no tienes más excusas para lograr todo lo qué te propongas. Ya no se trata de cómo te trató la vida en tu infancia. Ya no se trata de quién te ha lastimado en el pasado. Ya no se trata de culpar al destino por tu pasado infortunio. Cuando naciste tú eras un ser indefenso y no podías valerte por ti misma. Los qué cuidaron de ti mientras tú no te podías defender del mundo, te protegieron dentro de lo qué pudieron y lograron hacerte lo qué eres hasta el día de hoy, una mujer hecha y derecha.  Tienes una gran deuda con aquellos qué te proporcionaron ropa, comida, techo, calzado, escuela; y lo más importante: Amor. Poco o mucho qué haya sido, fue lo suficiente para qué llegaras a este día, en el cual ahora tú ya puedes ser tú. Sé agradecida con ellos mientras tengas vida, por qué esa vida, ellos te la dieron, no sólo al momento de nacer, sino durante todo el tiempo qué cuidaron de ti.  Ahora podrás lograr todas tus metas siempre qué te las propongas y estés dispuesta a pagar el precio de la lucha y la perseverancia, pero las semillas qué siempre te darán los mejores frutos, son El Amor y La Fe. Tendrás qué ponerle amor a tu vida en todo lo qué hagas y todo lo qué digas, pero sobretodo en todo lo qué pienses. Nuestras palabras son proféticas, según cómo pienses, eso serás en tu vida. No importa si es un pensamiento bueno o malo, lo qué predomine en tu mente, existirá en tu vida, te guste o no. Por eso es de suma importancia qué aprendas a controlar tus pensamientos, o tus pensamientos controlarán de ti. La fe consiste en creer y estar seguro qué todo lo qué te propongas lo vas a lograr con el favor de Dios. No tengas miedo de emprender el vuelo porqué tendrás la firme confianza en el Padre Celestial de qué todos tus proyectos serán de gran éxito. El miedo sólo existe en las  mentes de poca fe.

      —Yo estaba tan emocionado de escuchar esas palabras, qué mis ojos se llenaron de agua y tuve qué contenerme para que no se derramasen las lágrimas—.
     —Ese día mi abuelo me dio un regalo qué aun conservo, —continuó—  me regaló este crucifijo qué traigo en mi pecho. —Volteé a verla y me percaté qué sus gafas obscuras estaban de nuevo cubriendo sus ojos, sin embargo, por debajo de los vidrios escurrían lágrimas constantes qué ella limpiaba esporádicamente con un pañuelo qué había sacado de su bolso. Tomó el crucifijo con su mano derecha para mostrármelo, cerró el puño con la cruz adentro unos segundos, suspiró y le dio un beso a la cruz y continuó la charla—. Mi abuelo me dijo qué cada vez qué sintiera miedo en alguna situación de mi vida, cualquiera qué fuera, tomara el crucifijo con mi mano derecha, levantara la mirada al cielo y pusiera toda mi fe en qué el Creador me sacaría de tal situación, por muy difícil qué esta fuera. Y así lo he hecho, y gracias a eso, he logrado tener éxito en muchas cosas de la vida. —Es una historia impresionante, —le dije maravillado de escuchar toda la sabiduría qué le había transmitido el abuelo a su nieta y qué ella a su vez tuvo la voluntad de seguir los consejos; por qué muchas veces recibimos consejos pero no los seguimos, incluso, sabiendo qué son por nuestro bien—. No sé ni por qué le estoy contando esto —me dijo apenada— Tal vez necesitaba desahogarme un poco. —No se preocupe, —le dije amablemente— Muchas veces necesitamos expresarnos y no sabemos cómo o con quien. Tal vez sintió deseos de platicar esto con un extraño por qué a fin de cuentas sabemos qué quizá nunca nos volvamos a ver en la vida. Un día una chica qué conocí vía internet y qué vivía muy lejos de mí, me dijo qué me contaría unas cosas muy personales, por qué sabía qué ella y yo nunca nos conoceríamos personalmente y qué sentía la necesidad de hablar con alguien qué no fuera cercano a ella para no involucrar a nadie que pudiera salir afectado y por el simple hecho de querer desahogarse. Tal vez en esta ocasión qué usted confía esta charla, a mí, qué prácticamente soy un perfecto desconocido para usted, sea similar a la vez qué la chica de internet me confió asuntos personales. —Una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Se quitó los lentes y los mantuvo en sus manos mientras jugueteaba con ellos,  muy  pensativa—. 

     —¡Vamos! Que no le dé pena, —le dije— cuénteme, ¿Cuánto tiempo hace  que vive en este país? —Eso ya hace bastantes años. —Me contestó cómo queriendo decir que ya hasta la cuenta había perdido— Precisamente cuando cumplí los 18 años, y gracias a los consejos de mi abuelito, al ver la necesidad de mamá y con tal de ayudar a mis hermanos a terminar sus estudios, fue qué decidí un día emprender el vuelo… mi propio vuelo. Así qué conseguí un dinero para los gastos del viaje y del pollero qué me cruzó para este lado de la frontera. Todos me decían qué era muy riesgoso qué me viniera yo sola, pero era en ese preciso momento cuando tenía qué poner en práctica las enseñanzas de mi abuelito.  Tomé mi crucifijo con mi mano derecha, levanté la mirada al cielo y me puse en las manos de Dios. No tuve ninguna dificultad para cruzar la frontera, gracias a Dios. Entonces vi qué si funcionaban los consejos del abuelo, y quise probar una vez más, llegué a vivir a casa de una tía, prima de  mamá, y me ayudó a buscar trabajo. Hice algunas solicitudes de empleo y en su mayoría me pedían documentos legales, así que fui rechazada en tres compañías, hasta qué tomé nuevamente el crucifijo e hice el mismo ritual qué me enseñó el abuelo y por fin logré conseguir un trabajo en una fábrica por las mañanas, lo cual me dejó las tardes libres para tomar clases de inglés. —Mire, qué bien qué se le ajusto el horario —le dije emocionado— , y gracias a su fe que le heredó su abuelito lo logró. —Sí, eso ni dudarlo —me dijo sonriendo—. Por eso ahora qué él se ha ido, no voy a vivir triste ni amargadamente, por qué él siempre quiso verme feliz. Viviré de tal manera qué él, donde quiera que esté, si es qué me puede ver, qué se sienta orgulloso de mí. Mi abuelito nunca le gustó verme triste y amargada, él siempre quería verme feliz. Si ahora qué él ya no está, me deprimo y caigo en lo más bajo, le estaré fallando a él y a sus enseñanzas. Se fue su cuerpo, pero sus palabras y su amor se quedan conmigo, en lo más profundo de mi ser. Si un día llegase a olvidar sus palabras, entonces habré matado yo misma a mi propio abuelito. Y eso jamás me lo perdonaría. El dolor es grande, pero lo es aún más el amor que siento por él; y si él me llegase a ver deprimida, él se deprimirá también, y yo realmente quiero qué mi abuelito descanse en paz.

Escrito Por: Carlos Daniel Ortiz Arroyo @ Dallas, TX. Febrero Del 2014

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